Las uvis de la ira by Enfermera Saturada

Las uvis de la ira by Enfermera Saturada

autor:Enfermera Saturada
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Humor, Salud y bienestar
publicado: 2017-04-22T22:00:00+00:00


TRAUMATOLOGÍA

Estadísticamente, el 132 por ciento

de los pacientes exageran.

E

n un hospital hay muchas plantas y unidades diferentes, pero si hay una que siempre parece estar en obras esa es traumatología.

Un lugar donde lo normal es hablar de placas, tornillos, yesos, sierras, poleas o taladros. Una planta donde sería feliz el hombre aquel que presentaba Bricomanía cada sábado por la mañana. El de la coleta a lo Pablo Iglesias no, que ese era jardinero. El otro, el que repetía como un mantra aquello de «fácil, sencillo y para toda la familia».

Que fácil sería, pero no veo yo a un abuelo y a su nieto serrando juntos unos tablones; así están luego de llenas las urgencias.

Es una unidad en la que, con tanta ferretería, sabes que llega el verano porque los pacientes empiezan a preguntar cosas como si los tornillos y clavos que les han puesto en el hueso se oxidan si se bañan en el mar... que vale que hay recortes en sanidad, ¡pero los tornillos son de los buenos!

Pero quizás la peor parte de trabajar en trauma no es la jerga ni las curas o los acompañantes de los pacientes. Ni siquiera soportar el ego de los traumatólogos, que son los carpinteros del cuerpo humano y se van como creadores, aunque luego no sepan interpretar un electrocardiograma. Lo peor es el postoperatorio de los pacientes.

Y es que, a lo largo de estos años de darle al zueco por los pasillos del hospital, he llegado a la conclusión de que con un paciente recién operado sólo se pueden dar dos posibilidades: o es de los que tiene que guardar reposo y te lo encuentras duchándose en el baño, o es de los que tiene que moverse y parece que lo hayan suturado a la cama.

—Venga, Josefina, no se haga la dormida y levántese de la cama. Hay que caminar un poquito.

—Ay, no, no, no.

—¡Venga, que si se ha puesto una prótesis será para usarla!

—Pero ¿no será muy pronto? ¿Y si se rompe? Mejor mañana, hija.

—¡Arriba! No se va a quedar a vivir aquí para siempre.

—Ay, no sé, hija. Pues ayúdame a levantarme, a ver.

Aquí viene el momento Hulk de la tarde. Sobre la cama: Josefina, con su rodilla de titanio para estrenar, mujer salmantina nacida en 1940 y con noventa y tres kilos. Junto a la cama: Satu, la novata de la planta, con sus cincuenta kilos.

Así que, como puedes, la ayudas a girarse en la cama rezando por la salud de tu espalda y pensando en lo que podría suceder si aquella mujer que te dobla en peso se te viene encima, luego le bajas las piernas... Josefina apoya el culo en el borde de la cama y te dice: «Pues yo no me puedo poner derecha, y ya está». Y si Josefina dice que no, es que no está dispuesta a hacerlo.

No hace mucho a una compañera le tocó estar al otro lado, en el del paciente. Cuando ya estaba recuperada, al volver a la planta, nos reconoció que ahora



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